la historia de paula
Hacía rato que Paula volaba y volaba buscando donde bajar. Le habían dicho que podía elegir a los papás que ella quisiera para nacer y por eso volaba y volaba; y buscaba y buscaba.... hasta que de pronto....
Esos! Esos sonlos papás que quiero!
Brillaban, brillaban para ella. Brillaban porque ellos estaban pesperando una guagua. Ellos querían tener una guagua y esperaban una guagua.
Pero antes de entrar en el cuerpo de esa señora que ella quería que fuera su mamá, Paula se tomó un tiempoito para observarlos. Ella, la señora,, era profesora.
Eso me gusta, así me ayuda a aprender y si no me va muy bien en el colegio, ella me puede ayudar.
También le gustaba porque tenía el pelo café y lisito, porque a veces usaba anteojos y a veces no; y porque le gustaba cocinar rico. Pero lo que más le gustaba, era que a Lidia, porque así se llamaba esta señora que iba a ser su mamá, le gustaba mucho, pero mucho, bailar.
Él, el señor, era vendedor.
Eso me gusta, proque a veces me va a poder llevar con él a trabajar.
También le gustaba porque tenía la piel tostada, le gustaba manejar rápido y era muy, pero muy cariñoso con los niños. Se llamaba Antonio.
Después de mirarlos, estudiarlos y observarlos durante varios días, decidió que sí, definitivamente esos eran los papás que ella quería tener.
Pero ahora venía el momento más difícil de todos: entrar en la guatita de mamá.
Paula ya sabía cómo funcionaba eso. Se lo habían contado mil veces. Pero...
Sabía que tenía que esperar el momento justo. El momento en que el papá y la mamá hicieran el amor. Bien, eso era fácil. Sólo había que esperar.
Pero el segundo paso, ese sí era el más difícil: entrar. Difícil porque tenía que atravesar muchas capas oscuras, respirar hondo y hacer fuerza para pasar.
Bueno, pero yo quiero a estos papás y quiero nacer, así que lo hago y listo, pensó Paula decidida.
Finalmente, una noche estrellada, el momento llegó. Lidia y Antonio habían salido a cenar y estaban felices. La noche era cálida y fresca a la vez y se sentían muy bien.
Paula sintió que el corazón se le aceleraba.
Llegó el momento... llegó el momento! Estaba nerviosa, pero feliz. Por fin entraría en la guatita de mamá!
Ahí vooooooyyyyy.... - gritó para darse ánimo.
El túnel oscuro era como un gran tobogán, y si bien le daba un poco de miedo, en realidad, era bastante divertido.
Estoy llegando.... estoy llegando.... ahora hago un poco de fuerza y listo... adentro de mamá.... lleeeegoooo.... lleeeegoooo y... plafff!
Auch!! Paula se había dado un buen golpe en la cabeza.... - pero qué pasó? La puerta estaba cerrada!
Sí, la puerta estaba cerrada, por más que intentara, probara y buscara, la puerta de acceso a la guatita de su mamá estaba cerrada. Y no había manera de entrar!
Claro, lo qeu no sabía Paula, era que su mamá, la mamá que ella había elegido, no podía tener guaguas. Algo en su cuerpo no estaba bien y, por más que ella quisiera, no podía quedar embarazada.
Mucho había llorado la mamá de Paula cuando se enteró de que nunca podría ver nacer a sus hijos.
Pero pueden adoptar – les había sugerido el médico al ver tanta tristeza.
Paula estaba confundida, aturdida y un poco dolorida. Por el golpe y porque ella quería y quería tener esos papás.
De pronto vio una luz y reconoció a sus amigos. Esos amigos que la habían acompañado mientras vivía en su casa del cielo.
No llores Paula, todo tiene solución. Busca una guatita amiga, la guatita de una mujer que te ayude a crecer y a nacer para que cuando estés en el mundo de tus papás te puedan adoptar. Nosotros nos encargaremos de que te encuentren.
Paula los miró agradecida. Qué buenos amigos tenía en su casa del cielo! Siempre la ayudaban en los momentos más difíciles.
Buscó y buscó, hasta que un día vio una lucecita pálida y azul que la llamaba desde la tierra.
Es ella- le dijeron sus amigos.
Paula se acercó al túnel oscuro y se deslizó hacia abajo. Un poco más lento que la otra vez, por las dudas. Pero esta vez la puerta no estaba cerrada y Paula pudo entrar sin problemas en esta guatita amiga que tan generosamente se ofrecía para ayudarla a crecer y nacer.
En la guatita amiga, Paula se quedó nueve meses. A veces cómoda, nadando y flotando. Otras veces incómoda, especialmente al final, cuando ya estaba tan grande que todo apretaba. Pero en esos momentos, cuando ya era bastante aburrido estar allí dentro sin poder hacer otra cosa que esperar, sus amigos del cielo la venían a visitar con frecuencia y le contaban cosas de su mamá Lidia y de su papá Antonio. Le contaban de su cuarto y de la casa en que iba a vivir. A veces tambíen le contaban cómo iba a nacer...
Nosotros te avisaremos cuando llegue el momento. Vas a tener que hacer mucha fuerza para salir. Pero no te preocupes, todo va a salir bien.
Y el día llegó, de pronto, Paula sintió que una vocecita que venía de adentro de su guata y que le decía que debía salir.
Hizo fuerza, mucha fuerza, muchísima fuerza... también pataleó y gritó, pero por fin estaba fuera... Qué susto! Qué susto! Tantas voces, tanta gente, tanto ruido... y qué frío!
Buaaaa... buaaaaa – gritaba Paula. Quie...buaaaa...ro....buaaa... a... mi... mamáaaa! - gritaba, pero nadie la entendía.
Miró a su alrededor buscando, y encontró a sus amigos.
Ya viene – le decían – Un poco de paciencia. Todavía te falta despedirte de tu guatita amiga y darle las gracias.
Paula miró a su amiga con la que había compartido nueve meses de guata. La vio cansada, transpirada... y un poco triste.
Gracias, le dijo con el pensamiento, porque era muy chiquitita para hablar – Gracias!
Ese día, Lidia y Antonio se despertaron un poco... raros? Inquietos?... Distintos! No entendían por qué, ni cómo, pero se sentían un poco distintos. Todavía no sabían que Paula ya estaba en este mundo y que pronto la iban a encontrar. Pero igual se sentían un poco distintos. Seguro que los amigos del cielo les soplaron la noticia al oído, pero como nosotros no sabemos escucar y los grandes mucho menos, no los supieron entender.
Pero por suerte el día llegó. El teléfono sonó, y la noticia se informó.
Paula los está esperando.
Lidia y Antonio corriero, volaron... y por fin llegaron... a buscarla, a mimarla, a protegerla... pero fundamentalmente, a AMARLA.
Esos! Esos sonlos papás que quiero!
Brillaban, brillaban para ella. Brillaban porque ellos estaban pesperando una guagua. Ellos querían tener una guagua y esperaban una guagua.
Pero antes de entrar en el cuerpo de esa señora que ella quería que fuera su mamá, Paula se tomó un tiempoito para observarlos. Ella, la señora,, era profesora.
Eso me gusta, así me ayuda a aprender y si no me va muy bien en el colegio, ella me puede ayudar.
También le gustaba porque tenía el pelo café y lisito, porque a veces usaba anteojos y a veces no; y porque le gustaba cocinar rico. Pero lo que más le gustaba, era que a Lidia, porque así se llamaba esta señora que iba a ser su mamá, le gustaba mucho, pero mucho, bailar.
Él, el señor, era vendedor.
Eso me gusta, proque a veces me va a poder llevar con él a trabajar.
También le gustaba porque tenía la piel tostada, le gustaba manejar rápido y era muy, pero muy cariñoso con los niños. Se llamaba Antonio.
Después de mirarlos, estudiarlos y observarlos durante varios días, decidió que sí, definitivamente esos eran los papás que ella quería tener.
Pero ahora venía el momento más difícil de todos: entrar en la guatita de mamá.
Paula ya sabía cómo funcionaba eso. Se lo habían contado mil veces. Pero...
Sabía que tenía que esperar el momento justo. El momento en que el papá y la mamá hicieran el amor. Bien, eso era fácil. Sólo había que esperar.
Pero el segundo paso, ese sí era el más difícil: entrar. Difícil porque tenía que atravesar muchas capas oscuras, respirar hondo y hacer fuerza para pasar.
Bueno, pero yo quiero a estos papás y quiero nacer, así que lo hago y listo, pensó Paula decidida.
Finalmente, una noche estrellada, el momento llegó. Lidia y Antonio habían salido a cenar y estaban felices. La noche era cálida y fresca a la vez y se sentían muy bien.
Paula sintió que el corazón se le aceleraba.
Llegó el momento... llegó el momento! Estaba nerviosa, pero feliz. Por fin entraría en la guatita de mamá!
Ahí vooooooyyyyy.... - gritó para darse ánimo.
El túnel oscuro era como un gran tobogán, y si bien le daba un poco de miedo, en realidad, era bastante divertido.
Estoy llegando.... estoy llegando.... ahora hago un poco de fuerza y listo... adentro de mamá.... lleeeegoooo.... lleeeegoooo y... plafff!
Auch!! Paula se había dado un buen golpe en la cabeza.... - pero qué pasó? La puerta estaba cerrada!
Sí, la puerta estaba cerrada, por más que intentara, probara y buscara, la puerta de acceso a la guatita de su mamá estaba cerrada. Y no había manera de entrar!
Claro, lo qeu no sabía Paula, era que su mamá, la mamá que ella había elegido, no podía tener guaguas. Algo en su cuerpo no estaba bien y, por más que ella quisiera, no podía quedar embarazada.
Mucho había llorado la mamá de Paula cuando se enteró de que nunca podría ver nacer a sus hijos.
Pero pueden adoptar – les había sugerido el médico al ver tanta tristeza.
Paula estaba confundida, aturdida y un poco dolorida. Por el golpe y porque ella quería y quería tener esos papás.
De pronto vio una luz y reconoció a sus amigos. Esos amigos que la habían acompañado mientras vivía en su casa del cielo.
No llores Paula, todo tiene solución. Busca una guatita amiga, la guatita de una mujer que te ayude a crecer y a nacer para que cuando estés en el mundo de tus papás te puedan adoptar. Nosotros nos encargaremos de que te encuentren.
Paula los miró agradecida. Qué buenos amigos tenía en su casa del cielo! Siempre la ayudaban en los momentos más difíciles.
Buscó y buscó, hasta que un día vio una lucecita pálida y azul que la llamaba desde la tierra.
Es ella- le dijeron sus amigos.
Paula se acercó al túnel oscuro y se deslizó hacia abajo. Un poco más lento que la otra vez, por las dudas. Pero esta vez la puerta no estaba cerrada y Paula pudo entrar sin problemas en esta guatita amiga que tan generosamente se ofrecía para ayudarla a crecer y nacer.
En la guatita amiga, Paula se quedó nueve meses. A veces cómoda, nadando y flotando. Otras veces incómoda, especialmente al final, cuando ya estaba tan grande que todo apretaba. Pero en esos momentos, cuando ya era bastante aburrido estar allí dentro sin poder hacer otra cosa que esperar, sus amigos del cielo la venían a visitar con frecuencia y le contaban cosas de su mamá Lidia y de su papá Antonio. Le contaban de su cuarto y de la casa en que iba a vivir. A veces tambíen le contaban cómo iba a nacer...
Nosotros te avisaremos cuando llegue el momento. Vas a tener que hacer mucha fuerza para salir. Pero no te preocupes, todo va a salir bien.
Y el día llegó, de pronto, Paula sintió que una vocecita que venía de adentro de su guata y que le decía que debía salir.
Hizo fuerza, mucha fuerza, muchísima fuerza... también pataleó y gritó, pero por fin estaba fuera... Qué susto! Qué susto! Tantas voces, tanta gente, tanto ruido... y qué frío!
Buaaaa... buaaaaa – gritaba Paula. Quie...buaaaa...ro....buaaa... a... mi... mamáaaa! - gritaba, pero nadie la entendía.
Miró a su alrededor buscando, y encontró a sus amigos.
Ya viene – le decían – Un poco de paciencia. Todavía te falta despedirte de tu guatita amiga y darle las gracias.
Paula miró a su amiga con la que había compartido nueve meses de guata. La vio cansada, transpirada... y un poco triste.
Gracias, le dijo con el pensamiento, porque era muy chiquitita para hablar – Gracias!
Ese día, Lidia y Antonio se despertaron un poco... raros? Inquietos?... Distintos! No entendían por qué, ni cómo, pero se sentían un poco distintos. Todavía no sabían que Paula ya estaba en este mundo y que pronto la iban a encontrar. Pero igual se sentían un poco distintos. Seguro que los amigos del cielo les soplaron la noticia al oído, pero como nosotros no sabemos escucar y los grandes mucho menos, no los supieron entender.
Pero por suerte el día llegó. El teléfono sonó, y la noticia se informó.
Paula los está esperando.
Lidia y Antonio corriero, volaron... y por fin llegaron... a buscarla, a mimarla, a protegerla... pero fundamentalmente, a AMARLA.
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